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Poseer información es importante, pero para completar el proceso de aprendizaje y que tenga continuidad, es necesario pasar de los terrenos teóricos a la acción, reflexionar sobre la nueva experiencia y sus consecuencias, darse cuenta de lo que aún queda por resolver y continuar aprendiendo. Si el saber no se transforma en capacidad de acción no es conocimiento. Es necesaria la transferencia de lo aprendido, encontrar la aplicabilidad de la información en la vida de quien está aprendiendo. Desde esta perspectiva el aprendizaje ocurre cuando integramos el área mental, emocional y física, incorporando nuevas competencias al repertorio de acciones posibles.
Repasa tu vida: ¿Qué aspectos no funcionan y te están pidiendo un cambio? ¿Qué áreas de tu vida muestran más resistencia al aprendizaje? ¿En qué quieres mejorar? ¿Sabes cómo hacerlo? ¿Qué te impide lograrlo?
Tanto para actuar como para aprender necesitamos darnos cuenta de una brecha de insatisfacción que aparece en forma de problema a resolver o de aspiración a responder. En este punto es importante diferenciar entre comportamientos e identidad. (Por ejemplo, pensar que no tengo confianza en mi capacidad actual para expresarme en inglés sin por ello perder la confianza en mi. De esta forma queda intacta mi autoestima y mantengo mi apertura al aprendizaje). Anhelamos una visión de futuro que nos impulsa a contar con nuestras capacidades y recursos para hacerla realidad, y confiamos y nos hacemos responsables de nuestra capacidad de acción para modificar el curso de los acontecimientos
Decimos que hemos aprendido y que nos hemos transformado con la experiencia de ese aprendizaje cuando comprobamos que hemos sido capaces de producir resultados hasta entonces considerados inalcanzables. Un paso imprescindible para aprender es considerarnos aprendices que reconocen su ignorancia pero se comprometen a saber. Si parto de que "ya se", anestesio mis ansias de aprendizaje. La posibilidad de aprender se inicia con la expresión "no sé". Pero en ocasiones sentimos temor a demostrar nuestra ignorancia y pretendemos fingir que sabemos y que somos competentes. Desde esta posición nos cerramos a lo nuevo y bloqueamos la comunicación con los que pueden ayudarnos a ampliar nuestro saber. Además, cuando creemos que sabemos todas las respuestas pero las cosas siguen sin funcionar, nos sentimos impotentes. Mientras el sabelotodo se considera víctima de los problemas el aprendiz se ve como protagonista de las soluciones. Reconoce la importancia de los factores que se encuentran fuera de su control, acepta las circunstancias que enfrenta, pero se concentra en las variables que puede modificar.
¿Te gustaría aprender pero te cuesta declarar que no sabes? ¿Qué creencias limitadoras te impiden acceder a nuevos aprendizajes? ¿Eres capaz de ver tus errores como posibilidades de crecimiento? ¿En qué aspectos puedes estar necesitando desaprender lo aprendido, para intentar nuevas y más efectivas formas de acción?
En un proceso de coaching se promueve la apertura al aprendizaje. Como coach invito a mis cliente a sacar el máximo provecho de su experiencia. Les aliento a:
Establecer y priorizar objetivos.
Emprender las acciones que les acerquen a esos objetivos.
Cuestionar creencias limitadoras.
Trabajar sus emociones para cuestionar lo que conocen y abrirse a lo nuevo.
Tener en cuenta la posibilidad de pedir ayuda y permitir que otro les enseñe.
Vivir con amor, paciencia y flexibilidad el proceso de cambio.
Experimentar con acciones alternativas.
Disfrutar con las nuevas experiencias.
Ir más allá de las posibilidades actuales buscando maneras creativas de crecer.
Entre lo que eres y lo que puedes ser hay un espacio que únicamente lo recorren aquellos que se comprometen a ampliar continuamente sus aprendizajes. Ya tienes el potencial y además tienes la libertad para desarrollarlo. ¡Date permiso para aprender! ¡Concédete la oportunidad de lograr tus metas!