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¿Qué tipo de escucha desarrollamos? ¿Desde qué lugar estamos prestando atención al otro? Cuando una persona se siente escuchada, se siente atendida, y eso genera un profundo proceso que le anima a una mayor apertura. Al dar valor, importancia y consideración a las revelaciones de la persona que nos habla, creamos un clima de cooperación y receptividad en nuestro interlocutor. Las personas tenemos en nuestro interior, vastos recursos de auto comprensión, y también recursos para posibilitar el cambio de conceptos propios, de conductas y actitudes. Si se logra crear un determinado clima, una conversación puede suponer una eficaz herramienta de transformación, una sencilla pero eficaz manera de tomar conciencia de lo mejor de uno mismo. La verdadera escucha significa, entre otras cosas, estar presente para el otro, sin juicios ni evaluaciones, facilitando las palabras que le permitan una mejor autoexploración.
¿Alguna vez has logrado escuchar cuidadosamente a alguien, comprobando si realmente vas comprendiendo su discurso, atendiendo a su mensaje, reconociendo el tono y los matices emotivos, manteniéndote presente y entregado al proceso de la conversación?
Si lo has logrado seguro que lo recuerdas porque se trata de una experiencia profunda y gratificante. La persona que sabe escuchar aprende a practicar la autodisciplina, a evitar o reducir los malentendidos y a encontrar el momento oportuno para hacer una pregunta o una afirmación. Desde mi experiencia como coach personal quiero compartirte algunas reflexiones y recomendaciones respecto al arte de escuchar:
Mantente alerta y desde la sinceridad, proporciona a tu interlocutor una pista verdadera de cuándo lo sigues y cuándo no: Muestra que atiendes perfectamente, al repetir, lo que la otra persona ha dicho en una o dos oraciones gramaticales que lleguen al significado personal que tu interlocutor está intentando transmitir. Si no entiendes lo que la persona está diciendo, o te sientes confuso, o te has perdido, pide repetición o clarificación de las frases que no has llegado a comprender. Esta actitud implicará que la persona que habla se verá llevada a profundizar en sus planteamientos y a ser más consciente de lo que siente. No se trata de una técnica a poner en práctica, sino de escuchar "con la intención auténtica de comprender".
No etiquetes a las personas: ¡Cuantas veces tildamos de aburrido, repetitivo, pesado, etc. a nuestro interlocutor! Por muy monótono que pueda ser el discurso, hay que pasar por alto su estilo, escucharlo, analizar su información, etc., porque, siempre, absolutamente siempre, nos dará datos que nos serán útiles y que probablemente no conozcamos. El respeto significa ver y apreciar al otro en su calidad de ser humano, valorándolo por sí mismo como una persona diferente, digna de ser escuchada y atendida en su particular forma de ser.
Cultiva el arte de hacer preguntas: Es una forma práctica de asegurarse haber captado las ideas. Además al preguntar sobre temas de interés del mensaje, demostramos que prestamos atención. Pero las preguntas más efectivas no son las que suponen un interrogatorio exhaustivo a la caza de información, sino preguntas abiertas que lleven a respuestas descriptivas, que a su vez impliquen que el interlocutor observe desde diferentes perspectivas los hechos y tome responsabilidad de su capacidad de elección de conductas alternativas. También a través de preguntas podemos mantener a nuestro interlocutor atento y consciente de aquellos aspectos indefinidos que pueden ser importantes para un nuevo enfoque del conflicto.
No interpretes a medida que el otro habla, mejor trata de ponerte en su lugar: Escucha empática. Escucha sin prejuicios, da apoyo a quien habla y aprende de la experiencia de tu interlocutor. Esta actitud aporta calidez en la escucha y evita interrumpir y dar consejos no solicitados. Es tratar de interpretar el contenido del mensaje desde el punto de vista del transmisor. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es comprender lo que siente en cada momento. Implica entrar en el mundo del otro y ver las cosas desde su punto de vista, desde su paradigma, comprendiendo lo que siente. Sin embargo, no significa opinar lo mismo que el otro. Se trata de aceptar y respetar sus ideas y emociones, mostrar compresión e interés por los problemas del otro.
Trata de escuchar más allá de las palabras y respeta los silencios: En la escucha telefónica también forman parte del mensaje, el tono de la voz, la intensidad, el ritmo, las pausas. De esta forma reconoceremos las preocupaciones, deseos, sentimientos y la significación emocional que tiene el lenguaje para nuestro interlocutor. Son pistas que llegan a ser tan expresivas como lo que está diciendo, o inclusive puede negar totalmente el significado de las palabras o contradecirlo. Detente antes de responder. Muchas veces, si esperas antes de responder, tu interlocutor continuará hablando y te brindará más información que puede resultarte útil o interesante. Sigue el ritmo de tu interlocutor. Todo el mundo tiene su ritmo para hablar y pensar. Sigue la pauta del emisor, adáptate a él.
La escucha empática incluye mucho más que registrar, reflejar o incluso comprenderlas palabras pronunciadas. Implica escuchar con el corazón, desde ese espacio interior en el que somos capaces de percibir, intuir y sentir, desde ese lugar en el que es posible el encuentro porque respiramos juntos, el aire sanador del reconocimiento, la apreciación, la aceptación y la comprensión. Es el núcleo de la comunicación