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La forma en que vemos las cosas puede tener poco o nada que ver con la realidad, es decir, con cómo son las cosas de verdad. Lo que vemos depende de dónde estemos ubicados. Cada acontecimiento permite varias interpretaciones y esas interpretaciones varían según dónde ponemos nuestro foco de atención. Nuestra respuesta a los hechos está relacionada con las creencias que sostenemos en ese momento y con el tipo de mirada que nos permitan dichas creencias.
¿Estás preso de rutinas, puntos de vista estrechos y comportamientos rígidos? ¿Que circunstancia de tu vida usas como candado? ¿Qué creencias te están provocando sufrimiento? ¿Que precio pagas por seguir prisionero de tus creencias limitadoras? ¿Cuánto tiempo y energía dedicas a criticar a los demás? ¿Te agotas tratando de demostrar que tienes razón? ¿Te sueles preguntar si tienes suficiente información para realizar tus juicios? ¿Qué sientes cuando los demás no actúan según el papel que tú les has asignado?
Una percepción errónea es el resultado de la visión de una mente llena de prejuicios y anclada en el pasado. Sufrimos cuando nos apegamos a una perspectiva en particular, creemos "necesitar" que las cosas sucedan de una forma específica y luego no funcionan así.
Atrapados e inconscientes en la cárcel de nuestra limitada mirada sentimos miedo, necesidad de control e imposibilidad de abrazar amorosamente el momento presente.
Quizás ya has comprobado que cuando consideras que algo o alguien debiera ser diferente y no lo es, sientes algún tipo de malestar que te alerta de la pérdida de tu paz interior. No puedes sentir unión con lo que contemplas porque no lo aceptas y piensas que es necesario que ese algo o alguien cambie.
Creer que sabes lo que es mejor para los demás te ubica en un pensamiento arrogante y te coloca en una cárcel de frustración alejada totalmente de una realidad en la que los otros se empeñan en no hacerte caso. Estás convencido de tener razón y eso termina resultando más importante que la relación.
Pero puedes elegir una actitud alternativa. Puedes afrontar con comprensión tus creencias. Puedes cuestionar tus juicios. Puedes poner toda tu atención en lo que sientes, no en la persona, evento o situación que parecen causarlo. Puedes, aceptando el presente, dejar de preocuparte por lo que deberían hacer los demás y pasar a ocuparte de lo que tú si puedes hacer. ¿Sabes lo que es adecuado para ti, aquí y ahora? Ese es tu asunto. Puedes buscar tus respuestas y poner en marcha las acciones que estén en tu mano realizar. Desde la paz que llega con la aceptación es más fácil elegir las acciones más apropiadas y efectivas.
Esta actitud te traerá de vuelta al momento presente y a tu experiencia personal en el territorio de tu mundo interior. Plena atención implica plena aceptación que a su vez promueve nueva comprensión. Cuando dejamos de juzgar posibilitamos la conciencia de unidad al rendirnos a lo que es y desde esa perspectiva que implica amor en vez de miedo, lo que antes lo veíamos como un problema ahora no lo percibimos como tal.
Los problemas se experimentan primero en el pensamiento. Al renunciar a proyectar la sombra de nuestros juicios vemos que todo está iluminado y constituye una posibilidad de aprender a ser, amando incondicionalmente.
Dice Un Curso de Milagros que perdonemos a los otros por nuestros errores de percepción. Es decir, que el perdón se hace necesario, como herramienta para dejar que "todo sea lo que es" incluidos nosotros mismos. Darse cuenta, ser conscientes del velo que, con nuestros juicios, ponemos sobre la realidad, nos puede ayudar a no confundir hechos con interpretaciones y a no caer en el error de defender nuestros puntos de vista como si fueran absoluta verdad. Dejar de juzgar es una alternativa saludable que facilita el encuentro con la paz y la libertad interior. ¡Anímate a experimentar con ella!