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Creo que un potencial de ser se va desplegando y ese despliegue se produce a través de todo lo que es. Y entiendo que formamos parte de la vida en continua, creativa e infinita evolución.
Hay momentos en que acierto a mirar más allá de las apariencias e intuyo la luz de ese despliegue, una conciencia espiritual que es fuente y también caudal. En esos instantes me siento como un bambú vacío, por el que puede circular la energía universal. Puedo escuchar el sonido con que esa energía resuena a mi través y también escuchar esa música formando parte de una sinfonía única y total. Como dicen las tradiciones sagradas … “y en el Ser, todos los seres”.
En otros momentos, esa apertura amorosa a lo que es está más oscurecida porque acapara toda mi atención la inseguridad que proviene de percibirme aislada dentro de un cuerpo, separada de todo lo que existe y limitado en mis recursos para afrontar las circunstancias que en buena medida juzgo hostiles. No obstante, de esta percepción vital suele ir brotando finalmente una añoranza de conexión con lo más esencial en mi y un anhelo de volver a sentir la pertenencia a algo más grande que yo misma. Como una pieza perdida de un puzzle buscando la relación con otras piezas, a sabiendas que mi percepción sólo me muestra un fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría.
Creo que entre unos y otros momentos la diferencia estriba en la confianza:
Confianza para dejar que la mente se detenga y esté en silencio, sabiendo que si hay algo que deba conocer lo conoceré.
Confianza para permitirme tomar conciencia de una inteligencia universal que transciende mi mente individual.
Confianza para estar presente y conectar con esas dimensiones de la experiencia más allá de las estructuras de mi personalidad.
Confianza para ver más allá de la opinión que los demás tienen de mi y recordar la identidad espiritual y la valía como potencial de ser, de todo lo creado.
Confianza para orientar mi voluntad al encuentro de nuevos niveles de identidad y desde allí al encuentro de lo que es uno conmigo.
Confianza para permitirme ser posibilitando que todo sea. ¿Has experimentado momentos en los que aún en medio de entornos sociales difíciles y hostiles has encontrado formas de salir adelante? ¿Recuerdas situaciones en las que necesitaste resolverte y continuar a pesar de sentirte débil, enfermo, mentalmente confundido, emocionalmente hundido o debatido con un concepto tan negativo de ti mismo que bloqueaba tus ganas de vivir? Te animo a considerar que quizás la fuente de recursos en la que te apoyaste para alzarte y avanzar fluye desde algún lugar distinto a tu entorno externo, desde algo más profundo que tu cuerpo, tus capacidades mentales, tus emociones y tus creencias.
Algo esencial en nosotros está siempre presente en nuestros distintos niveles de experiencia y funciona a modo de potencial de ser. Si miras a tu alrededor puedes darte cuenta que ese sistema al que perteneces también comparte ese fuente de recursos. Tu impulso vital más esencial no está aislado, sino que forma parte de un campo más amplio de conciencia y energía. En el proceso de autoconocimiento, cada vez que vamos, con confianza más allá de nuestro sentido habitual de la realidad y de quienes somos promovemos una experiencia de paz interior, sentido y valor.
El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la obscuridad. Yo no veo esa luz como algo que se encuentra fuera del ser humano, sino como algo que refulge en el interior de la vida, y la acepto como el despunte de una consciencia espiritual cuya claridad nos permite, amando lo que es, comprender lo que somos. Desde esa perspectiva, quiero celebrar y compartir el espíritu navideño, con quienes venimos encontrándonos mes a mes en la lectura de este boletín, y desear que ilumine nuestros pasos ahora y siempre.