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Quizás tú también tienes un sueño y estás sintiendo una llamada interior que te impulsa a producir cambios en tu vida. Quizás estás calibrando los riesgos que tendrás que afrontar si sales de lo conocido para transitar nuevos caminos. Y quizás en este momento, en tu conversación interna aparecen conceptos como fracaso, oportunidad, vergüenza, orgullo o coraje. Ampliar el mapa mental, afrontar nuevas emociones y experimentar con nuevas alternativas de acción, significa crecer.
¿Quieres aprender a transformar en oportunidades los problemas que se te presentan a diario? ¿Deseas aprovechar mejor tus talentos y desarrollar la creatividad? ¿Te gustaría obtener herramientas de motivación y accionar proactivamente?
Como coach personal acompaño a mis clientes con preguntas que les ayudan a salir de su zona de comodidad, cuestionar sus certezas y generar nuevos espacios de acción. Por mi experiencia personal y profesional puedo decirte que cuando estamos dispuestos a levantar el listón que mide nuestro coraje y nos permitimos ser desde la confianza y la creatividad, nos ponemos en contacto con nuevos recursos personales, mejora la integridad de nuestros intentos y la calidad de nuestras acciones.
Parte de los bloqueos ante los nuevos retos vienen del temor a fracasar, sobre todo cuando pensamos que el fracaso tiene que ver con nuestra identidad, en vez de con nuestros comportamientos y con las formas de acción que elegimos. También solemos frenarnos porque olvidamos que el paso que vamos a dar es uno más en una trayectoria vital en continua evolución. Y en dicha trayectoria toda experiencia, incluida la etiquetada como fracaso, que es simplemente una interpretación que hacemos de unos hechos, podemos elegir verla como un espacio de aprendizaje.
En este sentido te invito a reflexionar sobre dos tipos de emociones: el orgullo de identidad y el orgullo referido a los comportamientos. Dos emociones de las que podemos tomar consciencia y gestionar adecuadamente para que supongan un impulso que nos ayude en nuestros propósitos. Un orgullo sano proviene de encontrar dignidad de ser quien uno es, más allá del orgullo que proviene de obtener lo que uno anhela. Cuando uno reconoce y valora su propia identidad se puede encarar la vida como un ejercicio de continua actualización de la riqueza interior. También podemos sentimos orgullosos por nuestro comportamiento y permitirnos el aturoreconocimiento por el esfuerzo realizado y por haber actuado en congruencia con nuestros valores, sin que eso tenga que significar que hayamos alcanzado determinados objetivos. Estas dos clases de orgullo no tienen nada que ver, tampoco, con la valoración que otros hagan de nosotros o de nuestras acciones. No podemos controlar los resultados finales pero siempre tenemos control sobre nuestras conductas y podemos encontrar, a través de acciones alternativas, nuevas posibilidades de ser.
La próxima vez que te esté frenando una gran preocupación, desmoralizando un obstáculo imponente, bloqueándote un miedo o hundiéndote una situación insostenible, sitúate en posición interior de observador de tu potencial ilimitado de ser, trae a tu conversación interna la confianza en tus posibilidades para optimizar talentos, generar nuevos recursos, y aprender permanentemente y responde proactivamente desde la consciencia de tu posibilidad de elegir, aquí y ahora, guiándote con sabiduría e intuición.