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La insatisfacción es una potente energía que te moviliza. Comienzas a sentir la tensión entre lo que demanda un anhelo interior y lo que estas viviendo cotidianamente. Te ayuda a darte cuenta de unos aparentes límites pero también te permite ver tu posibilidad de crecimiento. Si estás sintiendo insatisfacción es un excelente momento para hacer una profunda reflexión personal, permitirte momentos de quietud y de sosegada escucha, plantearte preguntas profundas e imaginar.
¿Hago lo que quiero? ¿Lo que estoy haciendo me llena de entusiasmo y saca lo mejor de mi mismo? ¿Cuáles son mis prioridades? La escala de valores por la que me muevo, ¿es la que deseo? ¿Quién soy realmente? ¿Que es lo que me apasiona y me hace vibrar? ¿Que me detiene para ponerlo en marcha? ¿Qué es lo que me impide elegirme como protagonista de mi sueño?
En tu interior se encuentra un núcleo de tesoros en forma de recursos personales que puedes utilizar para alcanzar tu destino. Pero la posibilidad de utilización de estos recursos pasa por el reconocimiento que tengas de ellos. Si no eres consciente de tu potencial el vacío interior puede transformarse en inseguridad. ¿Qué tal concentrar tu energía en descubrir los obstáculos que te impiden la consciencia de tu plenitud y el total desenvolvimiento de tu potencial? Las épocas de crisis son un buen momento para desarrollar esa potencialidad porque necesitas encontrar nuevas soluciones para afrontar los acuciantes problemas. Vivir el presente, en esos momentos más que nunca, es un desafío que requiere abandonar la pereza y pasar a la acción consciente.
Entre las capacidades del ser humano se encuentran los medios que nos permiten vivir desde lo más esencial en nosotros, que nos posibilitan expresar nuestra clave del alma, aquello que nos permite compartir y expandir lo mejor de nosotros mismos. Como dice Stephen R. Covey en su obra "El 8º hábito" los medios principales para expresar nuestra voz son: visión, disciplina, pasión y conciencia, que a su vez son las manifestaciones más altas de las cuatro inteligencias (mental, física, emocional y espiritual).
Por una parte somos capaces de imaginar aquello que luego podemos hacer realidad. Poseemos la capacidad mental de ver y concretar en metas y planes, lo que deseamos y soñamos. Podemos poner palabras a nuestra visión y teniendo en cuenta nuestros valores establecer prioridades en la vida cotidiana.
Además tenemos la capacidad física para comprometernos en una serie de acciones que permitan que ocurra aquello que hemos imaginado. Cuando la disciplina se une a la visión desarrollamos la fuerza de voluntad que nos permite sumergirnos en la realidad y ejecutar nuestros proyectos.
También vamos a necesitar desarrollar la capacidad de entusiasmarnos. Esa conexión emocional, esa pasión surge del corazón y se funda en nuestra capacidad de elegir nuestra propia respuesta frente a las circunstancias. Es el combustible que nos permite avanzar frente a las dificultades y tiene una fuerza intensa cuando nuestra visión y nuestro compromiso de acción integran pasión y compasión. Es decir, liberamos un gran poder cuando nos entregamos a una actividad que nos permite desarrollar nuestra voluntad de sentido y de conexión con algo más grande que nosotros mismos.
La inteligencia espiritual, la conciencia de sentido y aportación, nos ayuda a pasar de las visiones personales independientes a la experiencia de la interdependencia que respetando la individualidad o sentido de nuestro singular papel en la vida, también escucha y siente la totalidad del sistema y del entorno del que formamos parte.
Tu inteligencia espiritual te ayudará a encontrar tu propio "para qué", el propósito que da sentido a tu vida, tu capacidad mental se encargará de concretar el "qué", lo que quieres lograr, tu capacidad física te permitirá disciplinarte y comprometerte para descubrir el "cómo", es decir, la manera de lograrlo y tu pasión será la fuerza de los sentimientos que en cada paso impulsará al "para qué", al "que" y al "como".
Como coach personal te recuerdo que ahora puedes observar las necesidades a tu alrededor. Observar los talentos que una vez disciplinados y aplicados podrán responder a esas necesidades. Observar si tu conciencia te inspira y te impulsa a pasar a la acción y comprometerte en esa actividad. Quizás ahí se encuentra la posibilidad de dejar oír tu voz y de encontrarte con tu vocación. La mente no puede tener lo que no elige ser, por lo tanto la oportunidad está en desarrollar una visión que trascienda tus límites y trabajar por ella, de corazón, con consciencia y responsabilidad. El reto es llegar a ser lo que puedes ser.